El Santo Grial es uno de los objetos más misteriosos y fascinantes de la historia y de la leyenda. Se trata de la copa o el plato que se utilizó en la Última Cena de Jesucristo, y que según algunas tradiciones, también recogió su sangre en la cruz. El Santo Grial ha sido objeto de búsqueda, veneración y controversia a lo largo de los siglos, y ha inspirado numerosas obras de arte, literatura y cine. Santo Grial de Valencia ¿Qué es el Santo Grial? El Santo Grial es un término que proviene del francés antiguo “san graal” o “san greal” , que significa “santo plato” o “santo vaso” . El origen de este término se remonta al siglo XII, cuando aparecieron los primeros relatos literarios que mencionaban el Santo Grial como un objeto sagrado y maravilloso, relacionado con la vida y la muerte de Jesucristo. Sin embargo, el concepto del Santo Grial es mucho más antiguo y complejo, y se ha ido enriqueciendo y transformando con el paso del tiempo y con la influencia de diversas culturas y tr
- En 1589, un año después de la derrota de la “Armada Invencible”, Isabel I de Inglaterra manda invadir la Península Ibérica con la “Invencible Inglesa” (o Contraarmada) con la intención de acabar con los restos de la flota española para arrebatar a España el control de las rutas comerciales hacia el Nuevo Mundo.
- Si a la derrota de la “Invencible” se le han dedicado ríos de tinta, el mayor desastre naval inglés se ha ocultado celosamente durante siglos, pero su responsable, Sir
Francis Drake, cayó en desgracia.
La intención de
Isabel I con esta fuerza naval de invasión, “la Contraarmada”, era la de aprovechar
la ventaja estratégica obtenida sobre España tras el fracaso de la “Armada
Invencible”, enviada por Felipe II contra Inglaterra el año anterior.
El objetivo
prioritario inglés era acabar de destruir el grueso de los restos de la “Armada
Invencible” (Grande y Felicísima
Armada), que se encontraban en reparación mayoritariamente en Santander, para
obligar a Felipe II a aceptar los términos de paz que Inglaterra impusiese, y
de esta forma, arrebatar a España el
control de las rutas comerciales hacia el Nuevo Mundo.
Por otra parte,
también se pretendía tomar Lisboa y entronizar a Antonio de Crato, que viajaba
con la expedición, para hacer fuerza y quitar la corona portuguesa a Felipe II.
Antonio de Crato era
hijo natural del infante Luis de Portugal, hijo
a su vez de Manuel I “el Afortunado” y de María de Aragón, hija de los Reyes
Católicos, quien rivalizaba con su primo Felipe II por la corona
lusa tras la muerte del rey Enrique, último representante de la Casa de Avis. Antonio consiguió ser
proclamado rey con el apoyo del pueblo, pero la clase dirigente apoyó la
pretensión de Felipe II de España, quien mandó un ejército para luchar contra los
partidarios de Antonio. Dos meses después de su proclamación sufrió una
contundente derrota en la Batalla de Alcántara dejando a Felipe II vía libre para reclamar la corona lusa.
Para asegurarse la ayuda y el apoyo de Isabel I, Crato, firmó una cláusulas secretas donde le ofrecía a la reina inglesa cinco millones de ducados de oro y un tributo anual de 300.000 ducados, la entrega de los principales castillos portugueses, y mantener a la guarnición inglesa a costa de Portugal. Asimismo prometía darle quince pagas a la infantería inglesa y permitir que Lisboa fuera saqueada durante doce días, siempre que se respetasen las haciendas y vidas de los portugueses, y se limitase el saqueo a la población y hacienda de los españoles. Además, se daba vía libre para que Inglaterra penetrara en Brasil y en el resto de las posesiones coloniales portuguesas.
Para asegurarse la ayuda y el apoyo de Isabel I, Crato, firmó una cláusulas secretas donde le ofrecía a la reina inglesa cinco millones de ducados de oro y un tributo anual de 300.000 ducados, la entrega de los principales castillos portugueses, y mantener a la guarnición inglesa a costa de Portugal. Asimismo prometía darle quince pagas a la infantería inglesa y permitir que Lisboa fuera saqueada durante doce días, siempre que se respetasen las haciendas y vidas de los portugueses, y se limitase el saqueo a la población y hacienda de los españoles. Además, se daba vía libre para que Inglaterra penetrara en Brasil y en el resto de las posesiones coloniales portuguesas.
Este acuerdo
convertía, de hecho, a Portugal en un vasallo de Inglaterra ofreciéndole,
además, a la reina británica la posibilidad de tener su propio imperio en Ultramar.
Por último, la
misión de la “Contrarmada” era la tomar las islas Azores para que Inglaterra tuviera una base
permanente en el Atlántico desde
la que atacar los convoyes españoles procedentes
de
América.
América.
Isabel I de Inglaterra |
¿Errores
tácticos de la “Contraarmada” o ambición de Drake?
La expedición
inglesa, que basó su estrategia fundamentalmente en ataques por sorpresa, fue financiada con 80.000 libras de las
cuales un cuarto lo pagó la reina, un octavo el gobierno holandés y el resto varios nobles,
mercaderes, navieros y gremios. Todos
ellos esperaban no ya recuperar lo invertido, sino obtener grandes beneficios.
Quizá el punto más controvertido de la expedición de la “Contraarmada Invencible” Inglesa fue la decisión de otorgar el mando de la escuadra a Sir Francis Drake. Muchos de sus compañeros no le consideraban el adecuado para mandar una gran expedición naval (los hechos posteriores los demostrarían), y aunque si bien Drake había obtenido notables éxitos actuando como corsario y pirata, habían criticado duramente su actitud durante la campaña de la “Invencible” española el año anterior, aunque Drake finalmente consiguió atribuirse todo el mérito de la derrota española, mérito, por cierto, de todo punto más que dudoso para muchos historiadores.
En total la flota
inglesa contó con entre 170 y 200 naves como galeones reales, buques mercantes,
urcas holandesas, pinazas, barcazas y lanchas
(la “Armada Invencible” estuvo compuesta por entre 121 y 137 barcos) y
unos 27. 667 combatientes (tropas de tierra y navales) que partieron del puerto
de Plymouth el 13 de abril de 1589.
Como primera
táctica, Drake dividió su flota en 5 escuadrones. Pero desde el primer
momento todo falló. Antes de avistar la costa española ya habían desertado una
veintena de pequeñas embarcaciones, con un total de unos 2.000 hombres. Posteriormente,
sin saber a ciencia cierta cuales fueron sus motivos, quizá el rumor de que en
La Coruña se custodiaba un fabulosos tesoro valorado en millones de ducados,
cosa que no era cierta, Drake se negó a atacar Santander, como
se le había ordenado, alegando vientos desfavorables y el temor a verse cercado
por la flota española en el Golfo de Vizcaya o a
embarrancar en el Cantábrico, y puso rumbo a la ciudad gallega para saquearla.
Drake llegó a La
Coruña el 4 de mayo poniendo en guardia tanto a las defensas de la ciudad,
bastante deficiente (sólo unos 1.500 hombres, dos galeras y un galeoncete),
como a la población civil que se dispuso a ayudar a la defensa en todo lo que
fuese necesario, lo cual resultaría decisivo.
Felipe II |
Al día siguiente
desembarcaron en tierra unos 8.000 ingleses que durante las siguientes quince
jornadas, bajo mando de John Norris, atacaron la parte baja de la ciudad que
tomaron sin demasiada dificultad matando a unos 500 españoles, entre los cuales
se contaron numerosos civiles. Tras esto, los hombres de Norris se lanzaron a
por la parte alta de la villa, pero esta vez se estrellaron contra las murallas
españolas. Apostados tras ellas, la guarnición y la población civil se defendió con
total determinación del ataque inglés que terminó matando a cerca de 1.000
asaltantes.
Los héroes y heroinas de La Coruña
Durante esta acción muchas mujeres tomaron las armas de los hombres muertos o heridos, distinguiendo las crónicas de la época a dos de ellas como auténticas heroínas: María Pita e Inés de Ben. La primera, dice la leyenda, habiendo caído su marido en los combates, se fue derecha hacia un soldado inglés que arengaba a sus tropas al pie de las murallas y lo atravesó con una pica, arrebatándole además el estandarte, lo que provocó el derrumbe definitivo de la moral de los atacantes. María Pita fue nombrada por Felipe II alférez perpetuo.
Finalmente, y ante
la noticia de la llegada de refuerzos terrestres, las tropas inglesas
abandonaron la pretensión de tomar la ciudad y se retiraron para reembarcar el 18 de mayo habiendo dejado tras de sí unos 1.000
muertos españoles, y habiendo perdido por su parte unos 1.300 hombres, además
de entre 2 y 3 buques y 4 barcazas de desembarco, todos ellos hundidos por los
cañones del fuerte y los barcos españoles.
El inesperado
rechazo en La Coruña contribuyó al decaimiento de la moral y al aumento de la
indisciplina entre los ingleses. Tras hacerse a la mar, otros diez buques de
pequeño tamaño con unos 1.000 hombres a bordo decidieron desertar y tomaron
rumbo a Inglaterra.
El resto de la flota
puso rumbo a Lisboa para
provocar el levantamiento portugués contra los españoles ya que la aristocracia
portuguesa había aceptado a Felipe II como rey de Portugal en 1580, quedando el país anexionado al Imperio
Español
Durante veinte días
(del 26 de mayo al 16 de junio) el ejército inglés comandado por Norreys,
compuesto por unos 10.000 hombres, trató de llegar a Lisboa, pero lo cierto es
que en el camino siguieron siendo diezmados por los constantes ataques de las
partidas hispano-portuguesas, que les causaron cientos de bajas. Por otro lado,
la esperada adhesión de la población portuguesa no se produjo nunca. Al llegar
los ingleses a Lisboa, tras haber recorrido 75 kilómetros infernales, su
situación era dramática porque carecían de medios para forzar su entrada en la
capital. Les faltaban pólvora y municiones, no tenían caballos ni cañones
suficientes y se les habían agotado los alimentos.
Además les esperaba
otra sorpresa en el puerto lisboeta, en él fondeaban unos 40 barcos de vela
bajo mando Matías de Alburquerque y las 18 galeras de la Escuadra de Portugal, bajo mando
de Alonso de Bazán preparadas para
el combate.
María Pita |
Las galeras de Bazán
atacaron a las fuerzas terrestres inglesas desde la ribera del Tajo causándoles numerosas bajas. Durante los combates, la pasividad de Drake
que no se decidía a entrar en batalla provocó un aluvión de reproches por parte
de Norreys y Crato que lo acusaron de cobardía. Drake alegaba que no tenía
posibilidades de entrar en Lisboa debido a las fuertes defensas y al mal estado
de su tripulación.
Lo cierto es que,
sea como fuere, mientras las tropas terrestres llevaban todo el peso de la
batalla, el almirante inglés se mantenía a la expectativa, bien porque
realmente no pudiese hacer nada, bien porque, como argumentan algunos
historiadores, estuviese esperando el momento adecuado para entrar en batalla cuando
la victoria fuese segura y recoger los laureles.
El coste de una derrota histórica silenciada
El 11 de junio entraban en Lisboa refuerzos para España con otras 9 galeras y 1.000 soldados al mando de Martín de Padilla, lo que fue definitivo en la batalla, y el 16 de junio, siendo ya insostenible la situación del ejército inglés, Norreys ordenó la retirada.
Inmediatamente se
ordenó a las tropas hispano-lusas, con Martín de Padilla a la cabeza, salir en
persecución de los ingleses que se habían adentrado en el Atlántico.
Debido a la
imposibilidad de defenderse o huir, los barcos ingleses atacados sufrieron un
terrible castigo, siendo finalmente apresados 4 buques de entre 300 y 500 toneladas,
un patache de 60 toneladas y una lancha de 20 remos. Durante aquellos
durísimos ataques murieron unos 570 ingleses, y unos 130 fueron hechos
prisioneros. Por su parte, los españoles solo lamentaron 2 muertos y 10
heridos.
Drake, que había
sido un mero testigo de este último ataque español puso rumbo entonces a las
islas Azores, para tratar de conseguir el último de los objetivos acordados al
planearse la expedición, pero fueron rechazados sin grandes dificultades por
las tropas ibéricas destacadas en el archipiélago.
Antonio Crato |
A finales de junio,
la flota inglesa navegaba dispersa y en retirada por el Cantábrico camino de
Inglaterra.
La operación acabó
en una total derrota sin precedentes para los ingleses y constituyó un rotundo
fracaso.
A raíz de este
desastre, el que había sido hasta entonces héroe popular en Inglaterra, Sir
Francis Drake, que arribó a Plymouth el 10 de julio con las manos vacías,
habiendo perdido a más de la mitad de sus hombres y numerosas embarcaciones, y
habiendo fracasado absolutamente en todos los objetivos de la expedición, cayó
en desgracia.
Aparte de perder la
oportunidad de aprovechar el que la Armada española estaba en horas bajas, los costes de la expedición agotaron el tesoro real de Isabel I
cuyas pérdidas superaron las 160.000 libras.
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