El Santo Grial es uno de los objetos más misteriosos y fascinantes de la historia y de la leyenda. Se trata de la copa o el plato que se utilizó en la Última Cena de Jesucristo, y que según algunas tradiciones, también recogió su sangre en la cruz. El Santo Grial ha sido objeto de búsqueda, veneración y controversia a lo largo de los siglos, y ha inspirado numerosas obras de arte, literatura y cine. Santo Grial de Valencia ¿Qué es el Santo Grial? El Santo Grial es un término que proviene del francés antiguo “san graal” o “san greal” , que significa “santo plato” o “santo vaso” . El origen de este término se remonta al siglo XII, cuando aparecieron los primeros relatos literarios que mencionaban el Santo Grial como un objeto sagrado y maravilloso, relacionado con la vida y la muerte de Jesucristo. Sin embargo, el concepto del Santo Grial es mucho más antiguo y complejo, y se ha ido enriqueciendo y transformando con el paso del tiempo y con la influencia de diversas culturas y tr
Durante los veinte
años que duró su relación esta se nutrió de todos los ingredientes novelescos:
admiración, amor, pasión e incluso infidelidades por ambas partes.
Sin embargo, y a
pesar de ser los dos muy conocidos en su época, su historia no ha trascendido
hasta nuestros días, gracias a haberse hecho pública la correspondencia entre
ambos.
Galdos por Sorolla |
Galdos: tímido y mujeriego
Benito Pérez Galdós
(Gran Canaria 1843-Madrid 1920), novelista,
dramaturgo, cronista y político,
ha sido reconocido por muchos
como el mayor novelista español después de Cervantes.
Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar nominado al Premio Nobel en 1912. Mostró también afición a la política llegando a ser elegido diputado en varias ocasiones por distintas circunscripciones.
Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar nominado al Premio Nobel en 1912. Mostró también afición a la política llegando a ser elegido diputado en varias ocasiones por distintas circunscripciones.
A Benito Pérez Galdós le mandarán a estudiar a Madrid, y
allí comenzó a escribir, a relacionarse con los círculos literarios y a ser
conocido. Solía llevar una vida cómoda, viviendo primero con dos de sus
hermanas y luego en casa de su sobrino, José Hurtado de Mendoza.
Se levantaba muy temprano y escribía regularmente hasta las diez de la mañana a lápiz, porque la
pluma, decía, le hacía perder el tiempo. Después salía a pasear por Madrid a
espiar conversaciones ajenas y a observar detalles (para emitar esa frescura en
sus novelas).
Galdos en 1863 |
Galdos no bebía,
pero fumaba sin cesar cigarros de hoja. Le gustaba leer en español, inglés o
francés; prefiriendo a los clásicos ingleses, castellanos y griegos. Adoraba la
música, durante mucho tiempo hizo crítica musical, pero casi nunca iba al
teatro. Se acostaba temprano.
Desde el punto de
vista de Ramón Pérez de Ayala, su amigo y colega, Galdós era descuidado en
el vestir, usando tonos sombríos para pasar desapercibido. En invierno era
habitual verle llevando enrollada al cuello una bufanda de lana blanca, con un
cabo colgando del pecho y otro a la espalda, un puro a medio fumar en la mano
y, ya sentado, completaba la estampa tópica su perro alsaciano junto a él.
Tenía por costumbre llevar el pelo cortado "al rape" y, al parecer,
padecía fuertes migrañas.
Este hombretón alto y desgarbado era un solitario, tímido y
mujeriego al cual se le describe como hombre
bueno, sufrido, apasionado, y resignado. Nunca se llegó a casar y su vida sentimental la conservó celosamente
en secreto.
Sin embargo, algunos
amigos y contemporáneos dejaron noticia de su debilidad por las relaciones
íntimas con profesionales, aunque no se ha podido demostrar cuánto haya de mito
y exageración en ello, pero desde luego sí era un ligón.
Se le conoce una hija natural, María Galdós Cobián, nacida en 1891 de Lorenza Cobián (su amante
de 1879 a 1891 y con la que tuvo otro hijo al poco de empezar su relación que
falleció tempranamente), aunque tuvo otras relaciones estables con la novelista
Emilia Pardo Bazán (se relación duró veinte años y la viuda Teodosia Gandarias
Landete, su último amor que se sepa. Pero su lista de amorios es extensa y se
cita en ella nombres como los de las actrices Concha (Ruth) Morell, Concha
Catalá, Anna Judic y Carmen Corbeña (abuela del director Jaime de Armiñán), la
poetisa y narradora Sofía Casanova, la cantante Marcella Sembrich, la artista
Elisa Cobun.
Galdos en 1890 |
Al parecer, a Galdós
le gustaba rodearse de mujeres jóvenes que pusieran risas en su vida y se ponía
achacoso para que le mimasen más.
Pardo Bazán: una
condesa de armas tomar
Emilia Pardo Bazán (La Coruña 1851- Madrid 1921) era una
mujer liberada, feminista y apasionada, pero también mujer decidida, enérgica, inteligente y trabajadora.
Fue aristócrata, novelista, periodista, ensayista, crítica literaria, poeta,
dramaturga, traductora, editora, catedrática y conferenciante.
Cuando en 1868
contraer matrimonio, a los 17 años,
con José Quiroga Pérez Deza, la pareja gallega se traslada a Madrid.
Allí, la joven Emilia tomará contacto con el mundo literario y los autores más
granados de la época.
Publica varias
novelas en ese tiempo, pero serán sus artículos sobre Emile Zola y la defensa
de su estilo vanguardista (el naturalismo) y su posterior recopilación en un
libro, lo que la acreditará como
uno de los principales impulsores del naturalismo en España, pero también la
granjeará encendidas críticas y enconados rechazos.
Muchos
escritores la vieron con poca simpatía. Según Pereda, «padece la comezón de
meterse en todo, de entender de todo y de fallar de todo...». Cuando hizo su
campaña para ingresar en la Academia, Juan Valera publicó un folleto, firmado
por «Filogino [el amigo de las mujeres]», en el que presentaba como
impedimentos, para entrar en ella el embarazo y la lactancia... Clarín la
calificó con más dureza: «la inevitable». Y respondía a los ataques de ella: «Cuando se muera, habrá fiesta
nacional». Baroja
la vio con gran antipatía: «No me interesó nunca como mujer ni como escritora.
Como mujer, es
de una obesidad desagradable; en su conversación, es un poco ansiosa y trepadora». Y
José Pla decía de ella que era: «Una señora de gran vitalidad, de espléndida
verbosidad, amplia, monumental, ligeramente estrábica, masculina».
El revuelo de su defensa de Zola y su estilo literario fue tal, y más teniendo en cuenta que era una mujer, esposa y madre, que su
marido la recriminó su actitud, le exigió que dejara de escribir y que se
retractase públicamente de sus escritos. No lo hizo, sino que decidió separarse
de él un año más tarde, en 1884.
Pardo Bazán en 1896 por Joaquín Vaamonde |
La separación amistosa de su marido le permite a Pardo
Bazán seguir con libertad sus intereses literarios e intelectuales sin
obstáculos. Se preocupa ya no sólo de polémicas literarias, sino de intervenir
en el periodismo político y de luchar incansablemente por la emancipación
social e intelectual de la mujer.
Fue rechazada tres veces (en 1889, en 1892 y en 1912), para su ingreso en
la Real Academia de la Lengua, por más que en 1906 llegó a ser la primera mujer
en presidir la Sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera en
ocupar una cátedra de literaturas neolatinas en la Universidad Central de
Madrid (1916).
Amor, pasión e
infidelidades
Y fue por aquel
enconces, recien separada de su marido (aunque algunos autores creen que la
correspondencia con Galdós podría datar del año 81), cuando conoce a Benito
Pérez Galdós, por entonces cercano también al Naturalismo,e inicia una relación primero de admiración
por el escritor y después amorosa que durará más de veinte años, aunque con
altibajos y mutuas infidelidades.
Cuando se conocieron (ella
tenía 37 años y él ocho más)
Galdós estaba en el apogeo del triunfo de La desheredada,
iniciando su etapa naturalista, y Pardo Bazán acababa de publicar La cuestión palpitante, al tiempo que iniciaba una discreta
separación conyugal.
Es posible que su relación fuese conocida en su tiempo, pero
desde luego no más allá de este, por lo menos a nivel general. Sólo trascendió
tras el hallazgo y la publicación en 1975 de algunas de ellas (recopiladas por
Carmen Bravo villasante). Pero fue en 2013 (de la mano de los especialistas Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández
en Miquiño mío.
Cartas a Galdós.) que se
rescatan las 93 existentes (sólo una de Galdos).
Emilia Pardo Bazán |
Esta correspondencia
cruzada, unas veces con fecha y otras sin ella, va de 1883 a 1915 (las cartas
anteriores, que debieron existir, no se conocen). Se inicia desde París, le
seguen cartas con dulces diminutivos y citas, así como sorprendentes
revelaciones de sobresaltos sentimentales e infidelidades declaradas de Emilia
a Galdós con Lázaro Galdiano (también tuvo otros “deslices” con Blanco Ibañez y
Narcís Oller, entre otros), sinceridad que por otra parte lleva al novelista
canario a perdonar a la veleidosa dama tras sus disculpas.
Las misivas van mostrando cómo fue cambiando la relación entre los dos escritores.
Primero, pasaron por una admiración literaria mutua, que poco a poco se
convertiría en amor, y aún en pasión, para acabar al final de las vidas de
ambos (murieron con tan solo un año de diferencia) con una profundísima
amistad. Las cartas describen una relación íntima, tanto intelectual como
sentimental.
Chascarrillos y cariñitos
Ahí en
estas páginas momentos para el humor, para el cotilleo, para la pasión, para la
crítica y la alabanza a otros colegas.
Pasan del
primer «Mi ilustre maestro y amigo» (1883) al «Miquiño mío del alma, haz por
dormir y no fumes mucho» (1889) pasando por el «Pánfilo de mi corazón, rabio
también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos tan
dulcemente de literatura y de Academia y de tonterías. ¡Pero antes te morderé un
carrillito o tu hocico
ilustre... Te como un pedazo de mejilla y una guía del bigote... Te daré a besar mi escultural geta gallega... !», "Sí, yo me acuesto contigo, y me acostaré siempre, y, si es para algo
execrable, bien, muy bien, sabe a gloria, y si no, también muy bien" o “Te beso un millón de
veces el pelo, los ojos, la boca y el pescuezo" de la ardorosa condesa.
En la
correspondencia se puede apreciar claramente cómo describía esa pasión que
sentía por el escritor.
Emilia Pardo Bazán |
Se
veían, a escondidas, en Madrid: en la calle de la Palma, junto a la iglesia de las
Maravillas, pero también viajaron juntos al extranjero.
El
episodio más pintoresco que relatan las carta es el de un paseo nocturno, en
coche de caballos, que concluyó con un arrebato de pasión: «Me río con el
episodio de aquella prenda íntima. ¿Qué habrá dicho el guarda de la Castellana
al recogerla?».
Ella se
declaraba más fuerte y apasionada que él y proclamaba con orgullo su libertad
erótica: «Sí, yo me acuesto contigo, y me acostaré siempre, y, si es para algo
execrable, bien, muy bien, sabe a gloria, y si no, también muy bien...... Ante
la moral oficial, no tengo defensa, pero tú y yo se me figura que vamos un poco
para nihilistas en eso. Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohibe
estas cosas».
Desgraciadamente,
de las cartas remitidas por Galdós solo una no ha desaparecido. Muchas
desaparecieron en el Pazo de Meirás, cuando sus propietarios eran los Franco.
Amistad eterna
La correspondencia de Emilia Pardo Bazán con Galdós abarca
los mejores años creativos de la vida de ambos, entre 1883 y 1915, por lo que
más allá del morbo que despiertan sus confidencias son de un gran valor como
testimonio histórico, literario y social del momento.
Con el tiempo, la
relación se enfría pero a pesar de todo mantendrán contra viento y marea una
excelente amistad. Ella le rindió homenaje y acudió a su entierro.
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