El Santo Grial es uno de los objetos más misteriosos y fascinantes de la historia y de la leyenda. Se trata de la copa o el plato que se utilizó en la Última Cena de Jesucristo, y que según algunas tradiciones, también recogió su sangre en la cruz. El Santo Grial ha sido objeto de búsqueda, veneración y controversia a lo largo de los siglos, y ha inspirado numerosas obras de arte, literatura y cine. Santo Grial de Valencia ¿Qué es el Santo Grial? El Santo Grial es un término que proviene del francés antiguo “san graal” o “san greal” , que significa “santo plato” o “santo vaso” . El origen de este término se remonta al siglo XII, cuando aparecieron los primeros relatos literarios que mencionaban el Santo Grial como un objeto sagrado y maravilloso, relacionado con la vida y la muerte de Jesucristo. Sin embargo, el concepto del Santo Grial es mucho más antiguo y complejo, y se ha ido enriqueciendo y transformando con el paso del tiempo y con la influencia de diversas culturas y tr
Gracias a sus conocimientos, participó en la medición del
meridiano terrestre demostrando que la Tierra estaba achatada en los polos.
También reformó el modelo naval español.
Por su
erudición, su fama trascendió las fronteras y en toda Europa se le conoció como el
Sabio Español, siendo admitido en la Real Academia de las Ciencias francesa
y en la Royal Society de Londres.
Jorge Juan |
Un estudiante aventajado
Jorge Juan y Santacilia, fue marino,
humanista, ingeniero naval y científico. Descendía
de ilustres familias alicantinas, nació en Novelda (Alicante) un 5 de enero de
1713.
Pero cuando tenía tres años de edad quedó huérfano de padre por lo que
sería bajo la tutela de su tío paterno, Antonio Juan, canónigo de la colegiata,
que estudió las primeras letras en el
colegio de la Compañía de Jesús de Alicante. Poco después, su otro tío paterno,
Cipriano Juan, Caballero de la Orden de Malta, se encargó de su educación
enviándole a Zaragoza para que cursara allí los estudios de Gramática, que en
aquel tiempo constituían una enseñanza preparatoria para otros estudios
superiores.
A los
doce años, y tras un minucioso examen concerniente a la limpieza de sangre de
sus antecesores, fue aceptado y enviado a la isla de Malta para recibir el
hábito de la conocida Orden. Al cabo de un año pasó a ser paje del Gran Maestre
don Antonio Manuel de Villena, que le concedió el título de Comendador de
Aliaga en Aragón,- su primer título a los catorce años -, teniendo para ello
que haber participado en ataques a los galeotes moros, cosa que debió influir
en su vocación de marino. La condición de Caballero de la Orden de Malta
implicaba también el celibato durante toda la vida.
En 1729, con dieciséis años,
regresó a España para solicitar su ingreso en la Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz. Tres meses
después fue admitido.
En la Academia se impartían
modernos estudios técnicos y científicos con asignaturas como Geometría,
Trigonometría, Observaciones astronómicas, navegación, cálculos de estima,
hidrografía, cartografía, etc., completando una formación humanística (las
teorías de Newton eran conocidas y divulgadas allí, así como las ideas
ilustradas y enciclopedistas) con otras clases de dibujo, música y danza.
Pronto adquirió fama de alumno aventajado.
En 1734,
con 21 años, finaliza sus estudios de Guardia Marina, tras haber navegado
durante tres años por el Mediterráneo, participando en numerosas expediciones,
bien contra piratas, en la campaña de Orán, o en la escuadra que acompañó a
Nápoles para sentar en el trono al entonces infante don Carlos, que más tarde
sería Carlos III de España.
Entre
otros maestros en el arte de navegar tuvo como general al Marqués de Mari, su
capitán en la Academia de Cádiz, y como comandantes al Conde de Clavijo, al
célebre don Blas de Lezo y a don Juan José Navarro, después Marqués de la
Victoria.
Achatamiento de los polos |
Una medición histórica
En el
mismo año que Jorge Juan acabó sus estudios, 1734, Felipe V recibió la
solicitud de su primo el rey Luis XV de Francia, para que una expedición de la
Real Academia de las Ciencias de París formada por Louis Godin, Pierre Bouger y Charles M. De la Condamine, viajase
a Quito, en el Virreinato del Perú (territorio en ese momento de la corona
española), a medir un arco de meridiano y obtener el valor de un grado
terrestre que pudiese ser comparado con otras mediciones practicadas por
Maupertius en Laponia.
Esta
medición, que venía siendo un problema ya desde la época griega, se convirtió
en el siglo XVIII en una agria polémica: se pretendía determinar de una vez por
todas el achatamiento de los polos tenía forma de melón, como decían académicos
como Cassini, partidarios además de la mecánica cartesiana, o de sandía, como
defendía Maupertius y otros sabios como Newton, Halley y Huygens, apoyándose en
la teoría de la gravitación universal (los cuerpos pesaban menos en el
Ecuador), o en las experiencias del péndulo (no oscilaba con la misma
frecuencia en diferentes lugares).
Contra
estos últimos estaba casi todo el mundo, incluida la España ilustrada de
Feijóo, y sería la famosa expedición, en la que participó Jorge Juan, la que
zanjaría la polémica a favor de ellos.
Felipe
V, mediante una Real Orden del 20 de agosto de 1734 ordenaba elegir a...dos
de sus más hábiles oficiales, que
acompañasen y ayudasen a los académicos Franceses en todas las operaciones de
la Medida, participando además en
la mitad de los gastos de la expedición. Sorprendentemente eligieron, no a dos
oficiales, sino a dos jóvenes guardias marinas: Jorge Juan y Santacilia y
Antonio de Ulloa y de la
Torre-Guiral, que si bien habían finalizado sus estudios brillantemente, no
tenían más que veintiuno y diecinueve años y carecían de graduación militar,
por lo que se les ascendió al empleo de tenientes de navío, sin pasar por los
tres de alférez de fragata, alférez de navío y teniente de fragata. Desde el
primer momento surgió una amistad y comprensión que se prolongó toda la vida,
repartiéndose el trabajo según las instrucciones recibidas; Jorge Juan sería el
matemático, Antonio de Ulloa el naturalista.
Las
tareas encomendadas a los dos jóvenes fueron muy diversas: llevar diario
completo del viaje y de todas las medidas físicas y astronómicas, cálculos de
longitud y latitud, levantar planos y cartas, descripción de puertos y
fortificaciones, análisis de costumbres, estudios de botánica y mineralogía, y
elaboración de un informe secreto sobre la situación política y social de los
virreinatos, además de un control policíaco sobre los académicos franceses,
dado que su paso por las colonias suponía obtener datos que caerían en manos de
los ministros de Luis XV.
La
medición del grado del meridiano se
prolongó desde 1736 a 1744 debido a las grandes dificultades que tuvieron que
superar. Su larga estancia estuvo también alterada con otros incidentes.
Antonio de Ulloa |
Para los cálculos, decidieron separarse en dos grupos, Godín con Juan, La
Condamine y Bouguer con Ulloa;
ambos grupos efectuarían las medidas en sentido contrario, con el fin de
comprobar su exactitud.
La
empresa finalizó con éxito. A partir de entonces, con el conocimiento exacto de
la forma y magnitud de la Tierra, se podía cartografiar situando correctamente
longitud y latitud, y de hecho Jorge Juan y Antonio de Ulloa realizaron
cuarenta de las cien cartas modernas del mundo. Juan estableció como valor del
grado de Meridiano contiguo al Ecuador, 56.767.788 toesas, en un cálculo que
fue el más aproximado de todos. La unidad de medida pasó a ser el metro, y con
ello un sistema métrico decimal adoptado universalmente.
Tras
nueve durísimos años, regresaron, pero en navíos distintos, con el fin de
asegurar que uno de los duplicados de las notas y cálculos llegaran a su
destino. Jorge Juan no tuvo problemas, pero el barco de Ulloa fue apresado por
los ingleses aunque le dio tiempo a deshacerse de información comprometida.
Un
marino ilustre
Al llegar a Madrid había muerto
Felipe V, y fueron recibidos con indiferencia en el despacho de Marina y en la
Secretaría de Estado. Jorge Juan estaba desencantado, pero casualmente fue
presentado al Marqués de la Ensenada, quien vio en los dos jóvenes a las
personas ideales para desarrollar su política naval y de armamentos, apreciando
su valía. A partir de entonces se inicia una etapa de trabajo fecunda y una
relación de amistad con el Marqués, que duraría toda la vida.
El Marqués hizo posible que se
publicaran los trabajos de los dos jóvenes sobre el desarrollo de la expedición
a Quito (las Observaciones y los cuatro volúmenes de la Relación Histórica)
presentándose estos en 1748 con una en una tirada de 900 ejemplares, (la
edición francesa de La Condamine no aparecerá hasta 1751).
Transcurrido
un tiempo, el Marqués de la Ensenada enviaría a Jorge Juan a Londres con
instrucciones precisas y secretas para espiar todo lo relacionado con la
construcción naval inglesa para su reforma de la Armada y así poner a España al
nivel de los mejores países de Europa.
Pero
Juan, desilusionado por el sistema de construcción naval inglés, a su regreso
de Londres ideó un nuevo plan español que, aprobado por el Rey en 1752, se
implantó de modo general en todos los departamentos, imponiéndose en los
astilleros de Cartagena, Cádiz, El Ferrol, y La Habana.
Ya como
capitán de navío, en 1752 el Rey le nombra director de la Academia de Guardias
Marinas, donde Jorge Juan implantará las enseñanzas más avanzadas de la época.
Fundará el Observatorio Astronómico de
Cádiz, así como el de Madrid, dotándolos con los mejores aparatos de su tiempo.
En
Cádiz, tuvo también ocasión de realizar nuevos estudios con cálculos
matemáticos para construir navíos ligeros y veloces sin descuidar la seguridad
y resistencia. Además, supervisa la construcción de los diques y organizar los
arsenales, soluciona los problemas en las minas de Almadén y Linares, los de
los canales de riego de Murcia y Aragón, etc.
Marqués de la Ensenada |
Jorge
Juan sentó las bases para una moderna cartografía de España e intervendrá para
abrir una cátedra de Matemáticas en Alicante. En junio de 1754 el Rey le nombra
Ministro de la Junta General de Comercio y Moneda, con el encargo de examinar y
arreglar varios pesos y ligas de las Monedas.
Su gran
obra Examen Marítimo
(aunque hubo otras muchas), en la que trabajaría durante mucho tiempo y se
publicaría en Madrid catorce años más tarde, en 1771. Esta obra en dos
volúmenes - el primero dedicado a la mecánica del buque, y el segundo a su
construcción y maniobra -, sería la piedra angular de la teoría de la
construcción naval, la primera escrita con cálculos matemáticos.
Una vez caído en desgracia, por
intrigas políticas, el Marqués de la Ensenada, su protector, poco a poco fue
sustituido el modelo de construcción estudiado por Juan, por el modelo francés,
algo que alegró enormemente a los ingleses que vieron con como los planes de
recuperación naval de España quedaban estancados. Poco antes de morir, Jorge Juan, escribió una dura carta a Carlos
III por su subordinación ciega al modelo francés y vaticinando graves pérdidas,
como ocurriría en Trafalgar 32 años después, cuando los ligeros navíos ingleses
dieron al traste con la pesada y vetusta flota hispano francesa.
En 1766, cumplida su labor en
Cádiz, Carlos III le nombra Embajador Extraordinario en la Corte de Marruecos
para una difícil misión política. Tras más de seis meses de actividad
diplomática que no sentaron bien a su salud, regresó con la misión cumplida de
haber firmado un Tratado de 19 artículos, en el que las aspiraciones españolas
quedaban aseguradas en muchos puntos.
En los últimos años, también
elaboró un plan para la expedición que realizaría el cálculo del paralaje del
Sol, es decir, la medición exacta de su distancia a la Tierra. Esta expedición,
dirigida por Vicente Doz, salió de Cádiz en 1769 y el 3 de Junio midieron desde
la costa de California el fenómeno astronómico. Los resultados entre las
diferentes mediciones fueron perfectos y pusieron fin al problema de la
determinación exacta de la escala del sistema solar.
Murió
Jorge Juan el 21 de junio de 1773, a los 60 años, enterrado en la iglesia de
San Martín. Sus restos mortales fueron
inhumados en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz) el 2 de
mayo de 1860.
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